Historia

Historia

La primera vez que visité La Graciosa fue allá por 1984, hace casi 35 años. Fui con un grupo de amigos al Salado, para acampar, hacer surf y pescar. En aquel entonces la isla era totalmente virgen y, en cierta medida, afortunadamente lo sigue siendo. En aquellos tiempos, su principal actividad era la pesca artesanal y también había una parte importante de la población que estaba embarcada en los atuneros. Solo había uno o dos vehículos y una sola cabina de teléfono. ¡Qué tiempos aquellos! Me enamoré de sus paisajes, de su gente y su estilo de vida; era como retroceder en el tiempo. Para mí, el desembarcar en esta isla era, y sigue siendo, ponerte en “modo cholas” (zapatillas de playa en el dialecto canario). Ha llovido desde aquel entonces.

Cada año, seguí visitando nuestra “octava isla”. ¡Ojo!, que llevo desde siempre llamándola así, ya que nunca entendí que una isla canaria habitada no fuera considerada como tal y me alegro mucho de este tardío reconocimiento. Solía ir con mis amigos; en ocasiones me llevaba una pequeña embarcación zodiac y disfrutaba casi siempre en solitario de una de mis pasiones, la pesca. Me sentía absolutamente dichoso cuando al amanecer salía solo por ese río (brazo de agua que separa Lanzarote de La Graciosa), en busca de los diferentes veriles que la experiencia me había enseñado a encontrar (ya que ningún pescador que se precie te desvelará sus marcas).

Siempre me sentía orgulloso de llegar a puerto, molido después de medio día de pesca, con una variada muestra de los pescados de la zona: cabrillas, vaquillas, seifios, gallos, burros, panchonas, sargos, sargoriados; a los que luego daríamos buena cuenta, acompañados de unas buenas papas arrugadas, tomates aliñados, innumerables cervezas y alguna botella del buen vino blanco de Lanzarote.

Durante mi estancia estudiando en Madrid tuve la suerte de conocer, en el Colegio Mayor de La Salle, al que ahora es uno de mis mejores amigos, el más pequeño de la familia Medina Sánchez. Fruto de esa amistad, me invita (un par de veranos a finales de los ochenta, principios de los noventa) a disfrutar en su casa de La Graciosa llamada Villa Relax. Ahí nació mi relación con esta casa.

Por circunstancias que no vienen al caso, esta familia amiga decide desprenderse de este inmueble y afortunadamente me lo comentan a mí, hace ya unos 5 años. Intuyo que esto fue, además de por la relación personal que tengo con todos ellos, porque tras hablar conmigo pensaron que sería capaz de rehabilitar la vivienda conservando esa atmósfera, ese alma que la casa ya tenía, que en definitiva era su deseo, y no la destrozaría haciendo un proyecto nuevo sin identidad.

Lo pensé y valoré muy detenidamente, sabiendo que no iba a ser una tarea fácil, pero afortunadamente me decidí a comprarla en septiembre del año 2016. En la notaría, en el momento de la compra, pude sentir una sensación especial, para mí y creo para la otra parte también, cargada de emoción. Fue como transmitir un legado.

Y por fin puedo decir, si me lo permiten, con cierto orgullo, que es ya una realidad. He conseguido rehabilitar esta confortable vivienda, concebida inicialmente para disfrutar en familia y con los amigos en La Graciosa, manteniendo su espíritu.

Proyecto

Debo empezar diciendo que este proyecto me ha supuesto uno de los mayores retos personales acometidos en mi vida. Esto ha sido en todas las áreas del mismo; empezando por ser la mayor inversión económica personal asumida. Pero también por su enorme complejidad logística, que se traduce en un importantísimo incremento de costes y tiempo. Fabricar en una tercera isla no es fácil y trae consigo muchos inconvenientes, como por ejemplo tener que llevar los materiales de Gran Canaria a Lanzarote y de Lanzarote a La Graciosa. Para dar este último salto, además, hay que contar con la climatología, que no siempre es tan bondadosa. Tuve que desplegar al máximo nivel mis habilidades sociales para poder lidiar con todos los agentes intervinientes en la licencia y en la obra. Esforzarme en ofrecer mi mayor capacidad de sacrificio en tiempo y esfuerzo físico, sacrificando las vacaciones de estos dos últimos años para poder sacar tiempo para esta tarea (debido a los continuos viajes en avión, en barco, con mi coche cargado de los diferentes materiales que necesitaba para su ejecución etc.) También fue necesario tener una enorme dosis de paciencia con la institución competente que, por uno u otro motivo, me tuvo casi dos años para concederme la licencia, incluida la derogación del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural del Archipiélago Chinijo. Y por último, aprender a conducirme en la especial idiosincrasia de mis queridos, ahora vecinos de La Octava. Pero se logró el objetivo y estoy muy satisfecho de ello.

 

Agradecimientos

Quiero empezar por agradecerle a mis padres Amor y Miguel A. que me han echado una mano en este proyecto. A mis amigos de la Familia Medina Sánchez por haber confiado en mí para hacerlo realidad. A Juan Hernández, muchas gracias por su profesionalidad y capacidad de trabajo, a mi amigo Miguel A. Valdivia, por su asesoramiento, con el que me he entendido perfectamente, al amigo Dr. Héctor Machín, que a pesar de encontrarse ya con el proyecto avanzado me echó una buena mano con su buen hacer,  a carpintería Jevial a D. Manuel y su hijo Manuel por su trabajo, a Ángel Fernández de Polonium y en especial a Tollino por haber producido la cocina y las mesas diseñadas por nosotros, a Ricardo, Iván y Samuel de Acrimobel por pedazo de encimera, grandes profesionales también, a Orlando, un auténtico monstruo del hormigón fratasado, a pinturas Oscar por su profesionalidad, a las líneas Biosfera Express y Romero por haberme permitido llevar muchas cosas en sus barcos, a mi amigo Daniel de transportes Pedro Barba con el que he traído la mayoría de los materiales y mobiliario, a Miguel de transportes marítimos de mercancías con el que también he traído alguna cosa, a Miguelo que me ha echado una buena mano, a mi hermano Flavio Valerio por su inestimable ayuda, a Magda y Kris por ayudarme con la web, el logo, las fotos y el video, a Mar por su compañía, no solo en este proyecto, por su apoyo y ayuda en el mismo. Pero sobre todo quiero agradecerle a mi amigo Carlos Hernández por su amistad y lealtad siendo mi autentico hombre de confianza en este Proyecto, sin todos ellos esto no sería una realidad, Gracias de corazón.